I. El hombre es
un alma encarnada. Antes de su encarnación existía unida a los tipos primordiales,
a las ideas de lo verdadero, del bien y de lo bello, de las que se separa
encarnándose, y recordando su pasado, está más o menos atormentada por el deseo
de volver a él.
No puede enunciarse más
claramente la distinción y la independencia del principio inteligente y del
principio material; además, es la doctrina de la preexistencia del alma, de la
vaga intuición que conserva de otro mundo al cual aspira de su supervivencia al
cuerpo, de su salida del mundo espiritual para encarnarse y de su vuelta a este
mundo después de la muerte; es, en fin, el germen de la doctrina de los ángeles
caídos.