CONTINUACIÓN….
Los espiritualistas creen que existe un alma
o espíritu que sobrevive después de la muerte física, pero su destino está
definido por su conducta en una única existencia. Para ella sólo hay dos
posibilidades: el cielo eterno para quienes hicieron el bien o el infierno
eterno, para quienes hicieron el mal.
No creen que los espíritus puedan comunicarse
con los vivos, porque Moisés lo prohibió (Deuteronomio 18:10 - 12 y Levítico
19:31 y 20:27). Ahora, si Moisés lo prohibió es porque era posible comunicarse
con ellos, pues nadie prohíbe algo imposible. Y, si los espíritus van al cielo
o al infierno de acuerdo a su comportamiento en la vida, ¿por qué entonces,
vamos al cementerio a recordarlos y orar por ellos? Se supone que ellos no nos
oyen más, o no podemos interceder por ellos, puesto que su suerte está
irremediablemente definida. Jesús, nos mostró que podía ser posible el
intercambio entre vivos y, espíritus conversando con Elías y Moisés en el Monte
Tabor.
La demostración mediúmnica de la
inmortalidad del alma, proporciona valor al hombre, cuyos horizontes se hacen
más amplios y lejanos, asignándole posibilidades infinitas y realizaciones sin
término.
Desde entonces, los valores éticos se
agigantan y el amor adquiere una dimensión ilimitada, uniendo a todos los seres
bajo el árbol de la fraternidad que impulsa a la búsqueda de la felicidad por
medio del trabajo y de la lucha que subliman.
Vemos a madres de criminales que lloran por sus hijos que están presos,
pidiendo a Dios su regeneración. Jesús, el amigo excelso, nos enseñó que
debemos perdonar siempre, ¿por qué Dios, que es más perfecto y bueno que
nosotros no nos perdonarían nuestros errores? Dios nos perdona siempre. Si
caminamos en el error, con certeza iremos a zonas de sufrimiento, pero
saldremos de allí, arrepintiéndonos y reparando el mal que realizamos. Si nos
vamos para el “infierno” o los “umbrales de la vida”, no es porque Dios nos
castigó, sino porque transgredimos las Leyes de Dios, y esta ley, como todas
las otras, da una reacción a cada acción que practicamos.
La iglesia decidió arreglar en parte el
equívoco de las penas eternas, en el año 593, creando el llamado purgatorio,
sitio donde las personas que tenían pecados leves podían ser salvadas con
oraciones pagadas. En la época de la Inquisición, existían las llamadas
indulgencias, donde cada pecado tenía un precio. De acuerdo a esto, sólo los
ricos que estaban en el purgatorio podían ser “salvados”, pues los pobres no
tenían el dinero para comprar sus pecados.
Sin embargo, el dinero fue utilizado para
construir el imperio de la Iglesia Católica, donde se encuentra hoy el
Vaticano. Lutero que era católico, percibió tales disparates y desencadenó, en
el siglo XVI, el movimiento llamado Reforma Protestante, creando una nueva
religión que abolió las imágenes, las indulgencias y buscó seguir la Biblia al
pié de la letra. A raíz de ello, Lutero fue excomulgado de la Iglesia Católica.
Para la cultura Espirita, la muerte no existe, pues somos espíritus inmortales y solo cambiamos
de plano cuando dejamos la vida física, ya que retornamos a nuestra patria
espiritual. Para nosotros no existe ni el cielo, ni el infierno, solo estados
de conciencia. Es decir, quienes son buenos, tienen la conciencia tranquila y
viven en paz; pero para aquellos que persisten en el camino del error y del
mal, sufrirán penas morales por los actos practicados y solo saldrán de ese
estado, cuando se arrepientan y reparen el mal que hicieron.
La Tierra ya no es el punto final, la estancia única
para el ser, sino que es una escuela para el aprendizaje y para la adquisición
de la experiencia, lo cual, junto trabaja a favor del perfeccionamiento del
espíritu.
El dolor deja de ser un castigo de la vida para
transformarse en inevitable efecto de la opción personal de cada cual, que
escoge tal o cual camino, de paz o de violencia, de esfuerzo o pereza para
crecer y progresar.
Por eso, el día de los muertos, recordémonos siempre
de nuestros familiares y amigos desencarnados, con alegría. Y no nos olvidemos
de prepararnos para nuestra partida de este mundo, mejorando nuestra conducta
moral ante nuestro prójimo y procurando no apegarnos mucho a los bienes
terrenales, para que cuando regresemos al mundo espiritual podamos llegar con
nuestra conciencia tranquila.
La mentora espiritual Juana de Angelis, en su libro “Autodescubrimiento”,
nos enseña que “el dolor ante la muerte de un ser querido, es consecuencia
entre otros factores, de atavismos psicológicos, filosóficos y religiosos, que
no educaron al individuo a considerar natural, como lo es, al acontecimiento
que forma parte del proceso orgánico para el cual la vida se expresa”.
“La propia conceptuación de la muerte como fin, es frágil e insostenible,
porque nada se extermina y los muertos no han interrumpido el flujo
existencial. Se transfieren de onda vibratoria, se dislocan temporariamente,
pero no se aniquilan. Continúan viviendo, se comunican con aquellos que
quedaron en la Tierra, establecen nuevos lazos de intercambio, aguardan a los
afectos y los reciben, a su vez, cuando desencarnan”.
“Es justo que se sufra el dolor de la separación, que se llore la ausencia,
que se interrogue en silencio cómo se encontrará en la nueva situación el ser
amado. No obstante, la desesperación no se justifica, por no ecuacionar ni
llenar el vacío que queda”.
“Manifestar el dolor mediante los
recuerdos felices, señalados por el rocío de las lágrimas, revivir episodios
marcantes con ternura, repartir los haberes con los necesitados en su memoria,
envolverlos en oraciones y crecer íntimamente, son recursos valiosos para la
liberación de las amarguras consecuentes de la muerte”.
Con la Doctrina Espirita existe “la
esperanza del reencuentro, de la comunicación y gracias al afecto preservado,
se ilumina, se suaviza y mantiene sólo las señales de la gratitud por haber
disfrutado de esa presencia querida”.
Oscar Velásquez, Centro de estudios espiritas
francisco de asís. Santa marta Colombia
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Cada conciencia es una creación de Dios, y cada existencia es un eslabón sagrado en la corriente de la vida en que Dios palpita y se manifiesta.
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