El ritual funerario varía acorde con las costumbres de
cada pueblo. En todas las sociedades se prepara el cadáver antes de colocarlo
en el féretro, y su despedida está en función de las creencias religiosas, el
clima, la geografía y el rango social. La cremación se práctica en algunas
culturas con la intención de liberar el espíritu del muerto. La exposición al
aire libre es común en las regiones árticas y entre los parsis (seguidores de
una antigua religión persa, el zoroastrismo), donde también tiene un
significado religioso. Practicas menos comunes son arrojar el cadáver al agua
después de un traslado en barco y el canibalismo.
En las sociedades precolombinas de América, la muerte
era un acontecimiento muy ritualizado, lo que obligaba a ceremonias de todo
tipo, acompañadas de ofrendas, alimentos y objetos de acompañamiento y regalos
de mucha utilidad durante el largo viaje que se iniciaba tras la muerte.
Entre los mayas se diferenciaba el enterramiento según
la clase y categoría de la muerte. La gente ordinaria se enterraba bajo el piso
de la casa, pero los nobles solían ser incinerados y sobre sus tumbas se
erigían templos funerarios.
Los aztecas, que creían en la existencia de
paraísos e infiernos, preparaban a los difuntos para un largo camino lleno de
obstáculos. Tenían que pelear para poder llegar al final y ofrecer obsequios y
regalos al señor de los muertos, que decidía su destino final.
Entre los indígenas
americanos se creía que el alma de los difuntos viajaba a otra parte del
universo, donde disfrutaba de una vida placentera mientras que desarrollaba las
actividades cotidianas. El alma de los desdichados o perversos, vagaba por los
alrededores de sus antiguas viviendas, provocando desgracias.
La Iglesia Católica instituyó el 2 de noviembre como el Día de los
Difuntos, cuyo objetivo es interceder ante Dios con oraciones, sacrificios y
limosnas por las almas del purgatorio para que abandonen esta morada y vayan al
cielo. Fue declarado por primera vez en los monasterios Cluniacenses en el año
998.
En culturas como la mejicana, se cree que las almas de
los muertos vienen a visitar a sus amigos y familiares, por ello acuden a los
cementerios para arreglar las tumbas y colocar flores, velas y alimentos. Para
ellos, no es un día de duelo, sino de celebración, con desfiles mercadillos y
conciertos.
A través de la antropología se ha logrado determinar
que existen cuatro elementos simbólicos principales en las prácticas
funerarias. El primer simbolismo es el color negro, el cual es asociado con la
muerte en algunas culturas y en la actualidad está ampliamente difundido. El
segundo elemento es el pelo de los familiares, que puede estar rapado o, por el
contrario, largo y desordenado en señal de tristeza. El tercer elemento son las
actividades ruidosas con golpes de tambor o cualquier otro instrumento y el
cuarto elemento, es la utilización de algunas prácticas mundanas en la
procesión con el cadáver.
En las sociedades occidentales modernas, los rituales
funerarios engloban velatorios, procesiones, tañido de campanas, celebración de
un rito religioso y la lectura de un panegírico. El deseo de mantener viva la
memoria del difunto ha dado lugar a muchos tipos de actos, como la conservación
de una parte del cuerpo como reliquia, la construcción de mausoleos, la lectura
de elegías y la inscripción de un epitafio en la tumba.
Uno de los más intrigantes problemas humanos, ha sido la interpretación del hombre sobre la vida, después del fenómeno de la muerte. Saber si la vida se acaba cuando sufre la transformación material, ha constituido un gran desafío para la inteligencia.
La documentación es preciosa y muy
amplia, y es periódicamente reexaminada y aumentada con nuevos hechos y datos
que la enriquecen más y la mejoran. Si la vida fuera destruida con la muerte,
ella no tendría sentido en sí misma, ni finalidad, en razón de su fragilidad y
brevedad.
Para los materialistas, la muerte es el fin
de todo, pues la vida se reduce a nacer y morir: No creen que algo sobreviva
después de la muerte, ni en el alma o espíritu, no creen en Dios, y por
consecuencia creen que extinguida la vida material todo se acaba. Los materialistas
son tan orgullosos que no admiten la posibilidad que exista alguien superior a
ellos, he ahí la causa de no creer en Dios.
Pero, si sólo existe la materia, ¿cómo
surgió el universo con leyes inmutables, perfectas y organizadas? Si el hombre
no creó el cielo, las estrellas y las demás obras de la naturaleza, con gran
perfección, todo nos lleva a creer en un ser superior llamado Dios. Se reconoce
al creador por su obra.
Bien, si creemos en Dios, ¿por qué nos
crearía para después aniquilarnos? ¿Usted que es padre o madre, le gustaría que
sus hijos murieran para siempre? Si nosotros que somos seres imperfectos, y no
queremos que nuestros hijos mueran, imagínese a Dios que es infinitamente
perfecto, justo y bueno. Tenga la certeza que él no quiere eso para nosotros.
Oscar Velásquez.
Centro de estudios espiritas
francisco de asís. Santa marta Colombia
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suprema redención )
Continuación parte 3 final, próxima
entrega…
Cada conciencia es una creación de Dios, y cada existencia es un eslabón sagrado en la corriente de la vida en que Dios palpita y se manifiesta.
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