Toda la doctrina de Cristo se basa en el carácter que atribuye a la
Divinidad. Con un Dios imparcial, soberanamente justo, bueno y misericordioso,
pudo hacer del amor de Dios y de la
caridad hacia el prójimo la condición expresa de la salvación, y decir:
["Quered a Dios por encima todas las cosas, y a
vuestro prójimo como a vosotros mismos; he aquí toda la ley, no hay otra”.] (Dice la imagen)…
Sobre esta única
creencia, pudo sentar el principio de la igualdad de los hombres delante de
Dios, y la fraternidad universal. ¿Pero era posible querer al Dios de Moisés?
No; solo se le podía temer.
Esta revelación de los
verdaderos atributos de la Divinidad, junto con la inmortalidad del alma y la
vida futura, modificaba profundamente las mutuas relaciones de los hombres, les
Imponía nuevas obligaciones, les hacía contemplar la vida presente bajo otro
punto de vista; debían, por ello, reaccionar ante las costumbres y las
relaciones sociales. Es indiscutiblemente, por sus consecuencias, el punto más
capital de la revelación de Cristo, y
No se comprendió lo
suficiente su importancia; es lamentable decirlo, pero también fue el punto que
más se olvidó, el que más se descuidó en la interpretación de sus enseñanzas.
Libro:
Carácter de la Revelación Espiritista// Allan Kardec.
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Cada conciencia es una creación de Dios, y cada existencia es un eslabón sagrado en la corriente de la vida en que Dios palpita y se manifiesta.
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