LO QUE DAMOS ES LO QUE RECOGEMOS...
Y ¡Nada
más cierto! Dice Amalia Domingo Soler
en uno de sus libros: Recogemos lo que hemos
sembrado, y ¡Qué mala siembra habremos hecho los terrenales! Porque la mayoría
de los habitantes de la Tierra no recogemos más que punzantes espinas.
Jesús decía a sus discípulos: «llevad a la práctica después de mi
partida lo que ahora llevamos a la práctica juntos, y desparramad mis palabras
como las he dicho, sin cambiarles nada ni añadirles nada».
«La
Tierra se renovará y mis palabras serán comprendidas al pasar los siglos; yo os
lo repito: el espíritu ayudará al espíritu y el reino de Dios se establecerá,
por obra del poder del espíritu».
«El
espíritu arrojará la palabra y la palabra será semilla».
«Muchos
de vosotros verán el reino de Dios».
«Estas palabras no podéis
comprenderlas y tengo que dejaros en la ignorancia, porque el momento no ha
llegado para explicároslas; pero muchos las comentarán y yo volveré debido a esto
y a otras cosas, por cuanto mi día no ha concluido y dejaré, muriendo, errores
y dudas que
Mi Padre me permitirá disipar».
«La verdad se siembra en un tiempo
y los frutos de la verdad se recogen como cosecha en otro tiempo. Mas la
palabra de Dios es eterna, y todos los hombres la recibirán, porque la justicia
de Dios es también eterna, y porque su presencia se manifiesta en todos los
tiempos».
EN LOS
EVANGELIOS DE:
San
Marcos: (4, 1-20) San Mateo:
(13, 3-4, 19) Y San Lucas: (8, 4-15)
NOS
HABLA DE LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR:
Aquel día Jesús se
puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que tuvo que
subir a sentarse en una barca y toda la gente estaba en tierra a la orilla, en
la playa.
Les enseñaba muchas
cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: Escuchad. Una vez
salió un sembrador a sembrar.
Sucedió que, al
sembrar, una parte de la semilla cayó a lo largo del camino; vinieron las aves
y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha
tierra, y brotó enseguida por no tener profundidad de tierra; pero cuando salió
el sol se abrasó y, por no tener raíz, se secó.
Otra parte cayó entre
abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron
en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto.
¡Quien tenga oídos
para oír, que oiga!
El sembrador es Jesús,
las semillas son la palabra y los diferentes lugares donde caen son las diferentes
personas que reciben la palabra del Evangelio. La tierra buena es la gente que
acepta a la palabra y a Jesús en su corazón.
El libro
“EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO” nos dice:
Escuchemos,
pues, nosotros, la parábola del sembrador:
Todo aquel que escucha
la palabra del reino y no le da importancia, viene el espíritu maligno y le
arrebata lo que había sembrado en su corazón; es aquel que recibió la semilla
junto al camino.
Aquel que recibió la
semilla en medio de las piedras, es el que oye la palabra y por lo pronto la
recibe con gozo; pero no tiene en sí raíces, siendo de poca duración; y cuando
sobrevienen los obstáculos y las persecuciones, por causa de la palabra, la
toma pronto por objeto de
Escándalo y de caída.
quel que recibe la
semilla entre espinas, es el que oye la palabra; pero pronto los cuidados de
este siglo y la ilusión de las riquezas ahogan en él esa palabra y la dejan sin
fruto.
Más aquél que recibe
la semilla en una buena tierra, es aquél que escucha la palabra, que le presta
atención y da fruto.
La
parábola del sembrador representa perfectamente los cambios que existen en la
manera de aprovechar las enseñanzas del Evangelio. En efecto, ¡Cuántas personas
hay para las cuales es sólo letra muerta, que, semejante a la semilla caída en
las piedras, no producen ningún fruto!
El
Evangelio es el mensaje más importante que podemos escuchar. De hecho nos habla
de la eternidad. No es ni siquiera algo de este mundo, es mucho más importante
que las cosas cotidianas, como: el trabajo, la casa, el lujo, la ambición, las
amistades, la ropa para vestirse, la comida, las compras, etc… El Evangelio nos
habla de nuestro destino eterno. Y esto es lo más importante que podemos
escuchar, lo profundo de las cosas espirituales.
Sin
embargo, la actitud de cada uno ante este regalo, de infinito valor, es muy
diversa. Para algunos, el Evangelio no representa nada en su vida. O porque no
han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Da verdadera
lástima, ver a las personas cómo viven; sin saber porqué están aquí y para qué.
Pasan los años como si todo terminase aquí en la Tierra, sin más esperanza en
una existencia futura.
Otros han
oído hablar del Evangelio de Jesús, pero su fe es tan superficial que viven sumergidos
en la vida consumista y viciosa, sin preocuparse lo más mínimo, adaptando sus costumbres
a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará
y que la vida se acaba y hay que aprovecharla al máximo, porque todo acaba con
la muerte del cuerpo.
El
Espiritismo bien entendido, es el único que puede remediar este estado de
cosas, y servir, como han dicho los Espíritus, de poderosa palanca para la transformación
de la humanidad.
De estos
cuatro caminos de la parábola, Dios ha preparado un camino para cada uno de nosotros.
Por fortuna nosotros no estamos en el camino pedregoso. Sabemos que nos
ha tocado el camino de la tierra buena y fértil.
Esto a su
vez tiene un gran compromiso y responsabilidad. Nacer en tierra buena significa
un gran esfuerzo de nuestra parte. Si nosotros somos los agricultores de la
semilla, no esperemos que la semilla crezca y se desarrolle por sí sola, porque
al final de la vida nos pedirán cuentas
sobre el
trabajo que hemos realizado para que esa semilla que nos confiaron, creciera y
diera buenos frutos.
Lo que sembremos será lo que
recojamos, porque cuando recibimos es porque primero hemos entregado y esto no
se refiere solamente a la parte física, esta ley interviene también y en gran medida
en las cosas morales y espirituales, y digo que es una ley porque así es, es
una ley universal, que funciona en todos los lugares y es igual para todas las
personas, porque Dios no hace distinciones. Aunque tengamos que oír a algunas
personas sus quejas sobre las injusticias divinas. Estas mismas personas seguro
que tienen sus creencias sobre la vida, que no dudo que para ellos es la más
lógica y correcta. En cambio los espiritistas con su estudio y firme creencia, basada
en las enseñanzas del Evangelio de Jesús, debemos de haber comprendido, que
todo, absolutamente todo cuanto nos
suceda, es fruto de nuestros actos, bien de vidas pasadas o presentes. Y esta
comprensión sobre la vida nos da la paz y tranquilidad necesarias para aceptar
nuestras pruebas y expiaciones, y de este mismo modo, los espiritistas debemos
tener la suficiente comprensión sobre la práctica del Espiritismo, que con el
estudio de esta doctrina nos lleva a la consecuente práctica.
Una práctica muy importante es la
“DIVULGACIÓN DE NUESTROS CONOCIMIENTOS” y la mejor manera de hacerlo es, dando
ejemplo con nuestros actos, de aquello que hemos aprendido y aceptado como
verdadero, y hacer una siembra de estos conocimientos que a
Nosotros tanto bien nos han hecho.
Con esta siembra me refiero a la divulgación gratuita:
Tanto de
libros como folletos, revistas, eventos, etc.; sin importarnos dónde cayó la
semilla, pues lo que importa es hacer la siembra en todas partes donde nos sea posible,
porque su fruto lo dará allá donde deba de darlo.
Podríamos
pensar o decir, que no conocemos el resultado de esa siembra, sabemos su efectividad
en nuestro entorno, de forma visible está presente en todos nosotros aquí, y
estamos seguros de que esa siembra estará dando o dará su fruto:
Todos,
en algún momento de nuestra vida hemos sido buscadores de información, de conocimiento,
leyendo libros, asistiendo a conferencias, consultando información a diestro y siniestro
por todas partes, hasta llegado el momento en que nos falta una pieza en el
puzzle, porque hemos recogido mucha semilla sin tener la tierra preparada, sin
tener una tierra fértil para que la semilla germine.
No hay
que buscar al sembrador, no hay que buscar al maestro. Cuando la tierra está
preparada la semilla germina, cuando el alumno está preparado el maestro
aparece, porque la semilla ya estaba y el maestro también, sólo se tienen que
dar las circunstancias propicias para ver lo que tenemos delante y no vemos,
saber lo que tenemos que hacer y no hacemos.
Voy a
hacer una pregunta, que cada uno debe pensar detenidamente su respuesta para sí
mismo:
¿Cómo
cuál de estas semillas de la parábola seremos cada uno de nosotros?
-¿La
semilla en el camino?
-¿La
semilla en las rocas?
-¿La
semilla en las espinas?
-¿La
semilla en tierra fértil?
Todos somos llamados a ser sembradores, y la mayor
caridad que podemos hacer a favor del Espiritismo es su divulgación, y
especialmente con nuestro ejemplo; así nos lo dicen los espíritus.
A.M.G.A.
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