Reflexión espirita profunda sobre este
sublime sentimiento.
Ciencia de amor
Espiritismo
Una nueva era para la
humanidad
El amor es el sentimiento por excelencia, y los
sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso alcanzado. En
su punto de partida el hombre solo posee instintos. Una vez que adelanta y se
corrompe, solo tiene sensaciones. Pero cuando se instruye y purifica, posee
sentimientos. Y el punto culminante del sentimiento es el amor.
Amar, es ser leal, probo y concienzudo, con el fin de no hacer a los demás aquellos que no deseamos se hiciera con nosotros mismos.
El amor es un sentimiento superior en el que se funden y se armonizan todas las cualidades del corazón; es la coronación de las virtudes humanas, de la dulzura, de la caridad, de la bondad; es el nacimiento en el alma de una fuerza que nos impulsa, por encima de la materia, hacia las virtudes divinas; nos une a todos los seres y despierta en nosotros felicidades intimas que llegan mucho más lejos que todas las voluptuosidades terrenas.
Amar, es ser leal, probo y concienzudo, con el fin de no hacer a los demás aquellos que no deseamos se hiciera con nosotros mismos.
El amor es un sentimiento superior en el que se funden y se armonizan todas las cualidades del corazón; es la coronación de las virtudes humanas, de la dulzura, de la caridad, de la bondad; es el nacimiento en el alma de una fuerza que nos impulsa, por encima de la materia, hacia las virtudes divinas; nos une a todos los seres y despierta en nosotros felicidades intimas que llegan mucho más lejos que todas las voluptuosidades terrenas.
Amar es sentirse vivir en todos y por todos; es consagrarse hasta el sacrificio, hasta la muerte, a una causa a un ser.
El amor es la celestial atracción de las almas y de los mundos, la potencia divina que une los universos, los gobierna y los fecunda. ¡El amor es la mirada de Dios!
El amor es profundo como el mar e infinito como el cielo, envuelve a todos los seres. Dios es su Centro. Como el Sol se eleva indiferentemente sobre todas las cosas y da calor a la Naturaleza entera, el amor divino vivifica a todas las almas; sus rayos penetran a través de las tinieblas de nuestro egoísmo e ilumina con resplandores y temblores el fondo de todo corazón humano. Todos los seres han sido hechos para amar.
El amor ha de sustentarnos en nuestras dudas, consolarnos en nuestros dolores, reanimarnos en los desfallecimientos; para así pedir a nuestro Padre que nos ayude a conquistar un porvenir mejor.
El amor es un tesoro que, cuanto más se divide, más se multiplica y se enriquece a medida que se reparte.
Cuanto más se esparce, más se agiganta. Se fija con más poder, cuanto más se irradia. Nunca perece, porque no se entibia ni se debilita, dado que su fuerza reside en el acto mismo de darse, de tornarse vida.
El amor es el oxigeno para el alma, sin el cual esta se extenúa y pierde el sentido de vivir. Es invencible porque triunfa sobre todas las vicisitudes y celadas.
Cuando es aparente, de caracteres sensualistas, que solo busca el placer inmediato, se debilita y se envenena o se entorpece dando lugar a la frustración.
Cuando es real, estructurado y maduro, que espera, estimula, renueva, no se satura, es siempre nuevo e ideal, armónico, sin altibajos emocionales, une a las personas, las reúne, las identifica en el placer general de la fraternidad, alimenta el cuerpo y dulcifica el yo profundo.
El placer legítimo proviene del amor pleno, generador de la felicidad, el amor
común es devorador de energías y de formación angustiante.
El amor atraviesa diferentes fases: la infantil, que tiene un carácter posesivo, el juvenil, que se expresa por la inseguridad, el maduro pacificador, que se entrega sin reservas y se presenta pleno.
La ambición, la posesión, la inquietud genera inseguridad – los celos, la incertidumbre, la ansiedad afectiva, la cobranza de cariños y atenciones, la necesidad de ser amado, son características del amor infantil, la obsesión dominante, que piensa solamente en si en vez de en el ser amado.
La suave, dulce y tranquila confianza, la alegría natural y sin alarde, la exteriorización del bien que se puede y se debe ejecutar, la compasión dinámica, la posesividad, la no dependencia, la no exigencia, son premios que otorga el amor pleno, pacificador, imperecedero.
El amor se expande como un perfume que se impregna, agradable. Suavemente, porque no es agresivo ni embriagador ni apasionado… El amor debe ser siempre el punto de partida de todas las aspiraciones y la etapa final de todos los anhelos humanos.
El clímax del amor se encuentra en el sentimiento que Jesús ofreció a la Humanidad y que prosigue donando, en Su condición de Amador no Amado.
El amor suaviza el ardor de las pasiones canalizándolas correctamente hacia las aflicciones devastadoras de que se revisten.
El amor es quien ilumina la faz oscura de la personalidad, conduciéndola al conocimiento de los defectos y auxiliándola en la realización inicial de la auto-estima, paso importante para vuelos más audaces y necesarios.
Se hace presente en el individuo, le confiere belleza y alegría, proporcionándole gracia, musicalidad, produciendo una irradiación de bienestar que se exterioriza, tornándose vida, aunque las circunstancias sean de dificultad, problemas y dolores.
El amor no tiene pasado, no se inquieta por el futuro. Es siempre hoy y ahora. No hay quien resista la fuerza dinámica del amor.
No se instala en el corazón de un momento para otro, hay un proceso que recorrer.
Presenta sus preliminares en la amistad que despierta interés por otro y se expande en la ternura, en forma de gentileza para consigo mismo y para con aquel a quien se dirige.
Es tan importante que, cuando está ausente, pierde el sentido de la belleza y de la vida que existe en todo. Es una luz permanente en el cerebro y paz continua en el corazón.
Instalemos el amor en el corazón para que vivifique el espíritu y con su resplandor se expanda a los alrededores, dando vida al suspiro de Dios que todos tenemos impulsándonos a crecer y evolucionar, amando y respetando la vida a nuestro alrededor, solo por el amor conseguirá el hombre llegar a Dios, es la fuerza que lo eleva, que lo impulsa y deja sin apenas darse cuenta de pertenecer al suelo porque desprendido de los intereses mundanos el hombre asciende rápidamente por esa fuerza llamada amor.
Es a través del amor, invencible amor, que el ser se espiritualiza y avanza en la dirección del infinito, plenamente realizado, totalmente sano, por tanto feliz.
La síntesis propuesta por Jesús en torno del amor, es de las más bellas psicoterapias que se conoce: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, en una trilogía armónica.
Debemos amar mucho para ser amados.”El amor es de esencia divina y desde el primero hasta el último de los hombres, poseemos en el fondo del corazón la chispa de ese fuego sagrado”.
Así, en cualquier circunstancia del tiempo o lugar, en cielo claro o sombrío, en la salud o en la enfermedad, en la realización o en la caída, en el poder o en la dependencia, entre amigos o adversarios, para la plenitud y perfecta paz, amemos mucho más y distribuyamos siempre más amor, porque solo el amor tiene la substancia esencial para traducir la realidad del Padre en nuestras vidas.
El amor atraviesa diferentes fases: la infantil, que tiene un carácter posesivo, el juvenil, que se expresa por la inseguridad, el maduro pacificador, que se entrega sin reservas y se presenta pleno.
La ambición, la posesión, la inquietud genera inseguridad – los celos, la incertidumbre, la ansiedad afectiva, la cobranza de cariños y atenciones, la necesidad de ser amado, son características del amor infantil, la obsesión dominante, que piensa solamente en si en vez de en el ser amado.
La suave, dulce y tranquila confianza, la alegría natural y sin alarde, la exteriorización del bien que se puede y se debe ejecutar, la compasión dinámica, la posesividad, la no dependencia, la no exigencia, son premios que otorga el amor pleno, pacificador, imperecedero.
El amor se expande como un perfume que se impregna, agradable. Suavemente, porque no es agresivo ni embriagador ni apasionado… El amor debe ser siempre el punto de partida de todas las aspiraciones y la etapa final de todos los anhelos humanos.
El clímax del amor se encuentra en el sentimiento que Jesús ofreció a la Humanidad y que prosigue donando, en Su condición de Amador no Amado.
El amor suaviza el ardor de las pasiones canalizándolas correctamente hacia las aflicciones devastadoras de que se revisten.
El amor es quien ilumina la faz oscura de la personalidad, conduciéndola al conocimiento de los defectos y auxiliándola en la realización inicial de la auto-estima, paso importante para vuelos más audaces y necesarios.
Se hace presente en el individuo, le confiere belleza y alegría, proporcionándole gracia, musicalidad, produciendo una irradiación de bienestar que se exterioriza, tornándose vida, aunque las circunstancias sean de dificultad, problemas y dolores.
El amor no tiene pasado, no se inquieta por el futuro. Es siempre hoy y ahora. No hay quien resista la fuerza dinámica del amor.
No se instala en el corazón de un momento para otro, hay un proceso que recorrer.
Presenta sus preliminares en la amistad que despierta interés por otro y se expande en la ternura, en forma de gentileza para consigo mismo y para con aquel a quien se dirige.
Es tan importante que, cuando está ausente, pierde el sentido de la belleza y de la vida que existe en todo. Es una luz permanente en el cerebro y paz continua en el corazón.
Instalemos el amor en el corazón para que vivifique el espíritu y con su resplandor se expanda a los alrededores, dando vida al suspiro de Dios que todos tenemos impulsándonos a crecer y evolucionar, amando y respetando la vida a nuestro alrededor, solo por el amor conseguirá el hombre llegar a Dios, es la fuerza que lo eleva, que lo impulsa y deja sin apenas darse cuenta de pertenecer al suelo porque desprendido de los intereses mundanos el hombre asciende rápidamente por esa fuerza llamada amor.
Es a través del amor, invencible amor, que el ser se espiritualiza y avanza en la dirección del infinito, plenamente realizado, totalmente sano, por tanto feliz.
La síntesis propuesta por Jesús en torno del amor, es de las más bellas psicoterapias que se conoce: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, en una trilogía armónica.
Debemos amar mucho para ser amados.”El amor es de esencia divina y desde el primero hasta el último de los hombres, poseemos en el fondo del corazón la chispa de ese fuego sagrado”.
Así, en cualquier circunstancia del tiempo o lugar, en cielo claro o sombrío, en la salud o en la enfermedad, en la realización o en la caída, en el poder o en la dependencia, entre amigos o adversarios, para la plenitud y perfecta paz, amemos mucho más y distribuyamos siempre más amor, porque solo el amor tiene la substancia esencial para traducir la realidad del Padre en nuestras vidas.
EXTRAIDO
del libro
“Amor
Invencible Amor” de Divaldo Pereira Franco, Dictado por Juana de Angelis.
Texto
elaborado por la asociación espirita tercera revelación-Bogotá-Colombia.
Cada conciencia es una creación de Dios, y cada existencia es un eslabón sagrado en la corriente de la vida en que Dios palpita y se manifiesta.
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